En el presente ensayo se hace un análisis de las películas Los olvidados, De la calle y Ciudad de Dios, bajo una temática existencial y haciendo uso de un cuadro semiótico. Tal cuadro se ira construyendo a lo largo de la explicación y se mostrará en su totalidad al final del escrito.
Los conceptos con los cuales se da inicio al análisis son: “Conciencia de vida” y “Conciencia de muerte”.[1] Ambos conceptos, que juegan el papel de contrarios, se han elegido ya que en las tres películas tanto el tema de la vida como el de la muerte son centrales. Sin embargo, el presente escrito pone su atención no en el hecho explícito de la vida y la muerte, sino más bien en la conciencia que los personajes hacen de ambas realidades y las implicaciones que tal concientización implica para ellos.
De este modo, el cuadro semiótico comienza con los siguientes elementos (una vez que se agregan los contradictorios de los conceptos ya delimitados):
Ahora bien, de la “Conciencia de muerte” y la “¬(ausencia de) Conciencia de vida” es posible encontrar como constante, de las tres películas que analizamos, la “Violencia”. Por ejemplo, en Los olvidados, puede situarse en la persona del Papá de Julián, una vez que le han matado a su hijo. En De la calle, este concepto es ilustrado por el Viejito pordiosero que profetiza sobre el fin del mundo. Y en Ciudad de Dios, tal concepto es representado por el grupo de Niños que desafían los territorios de Zé Pequeño. En tales personajes se logra ver la conciencia que tienen de la fragilidad humana, pero también es patente la incapacidad de asumir responsablemente las riendas de su vida.
Esto deja el cuadro de la siguiente manera:
Por otro lado, cuando no hay ni “Conciencia de vida” ni “Conciencia de muerte” lo que se vive es el “Sinsentido” de la vida. Es decir, se experimenta un nihilismo pasivo, como lo llamaría Nietzsche, que se encuentra inmerso en la nada, en la vaciedad, sin saber como salir de ella y sin tener la más mínima intención de hacerlo. En esta situación existencial podemos situar a Jaibo de Los olvidados, a Comandante Ochoa en De la calle y a Zé Pequeño de Ciudad de Dios. La razón de ubicar a estos personajes aquí, es su incapacidad de valorar tanto la vida como la muerte. Inclusive, a pesar de que se encuentran “cara a cara” con la muerte en más de una ocasión, su insensibilidad es tal que no les causa ninguna mutabilidad, por lo que su existir es algo aparentemente inercial y parasitario.
El cuadro correspondiente es este:
Otra consideración a realizar, es la que surge de la combinación entre la “Conciencia de vida” y la “¬ (ausencia de) Conciencia de muerte”, que implica una “Ingenuidad”. Esto significa que quienes se dan cuenta de su posibilidad de existir, pero dejan de lado el aspecto finito del hombre, despegan los pies del suelo y se dedican a fantasear, al grado de que su proyecto personal de vida queda truncado e inconcluso. Para hacer más explícita la noción se pueden señalar los siguientes personajes: Pedro por parte de Los olvidados, Rufino en De la calle, así como Bene en el caso de Ciudad de Dios. El problema de estos personajes no es el hecho de tener sueños e ideales de cambio; sino más bien el hecho de no haber tomado las suficientes precauciones para que su proyecto de vida pudiera tener concreción. Es más, los tres personajes mueren en la trama de su respectiva película, sin llegar a cumplir lo que en realidad querían.
Con esta noción el cuadro se complementa como se presenta a continuación:
Ahora, cuando hay tanto “Conciencia de vida” como “Conciencia de muerte” es posible encontrar el “Sentido de vida”[2], que en las tres historias es tan buscado. De esta manera, aún cuando las tres historias concluyen con finales dramáticos, es viable encontrar personajes con posibilidad de asumir su vida como suya (Aunque no hay que perder de vista que se encuentran en “posibilidad de llegar a ser” lo que han de ser, de modo que, darle realidad supone aún, esfuerzo y constancia) Estos personajes son los siguientes: la Mama de Pedro en Los olvidados, Xochitl en De la calle y Cohete en Ciudad de Dios. Puede señalarse, a su vez, que estos personajes han perdido a seres queridos y esto podría conducirles al lado opuesto de la consideración, es decir al “Sinsentido” de la vida. No obstante, por el proceso que han llevado, de hacer conciencia tanto del valor de la vida como del valor de la muerte, se encuentran en mayor posibilidad de lograr el “salto” y asumir responsablemente su existencia y darle sentido a ésta.
Con este dato el cuadro se complementaría de la siguiente manera:
Por último, falta señalar cuáles son los ejes que permiten que se de o no, tanto la “Conciencia de vida” como la “Conciencia de muerte”. Por lo que respecta a la “Conciencia de vida” se puede identificar la “Búsqueda de identidad”. En otras palabras, el poder plantear y responder a la pregunta, eminentemente existencial, por ¿quién soy yo? abre la puerta para asumir la posibilidad de existir como un “yo responsable”. Pero, el no descubrir la importancia de tal pregunta, conlleva a no hacer conciencia del valor de la vida.
En los tres filmes es posible detectar implícita la pregunta por ¿quién soy yo? Sólo que no todos los personajes descubren la importancia de plantear y responderse a esa pregunta responsablemente, de manera que en la mayoría de estos personajes, tal cuestionamiento es realizado sólo de manera parcial.
En lo que compete a la “Conciencia de muerte”, el “Sentimiento de finitud” es lo que permite valorar la posibilidad de dejar de existir y con ello asumir que con la muerte llega a su fin mi oportunidad de ser un existente, de poder ser yo mismo. Así, la “Conciencia de muerte” está íntimamente ligada a la pregunta ¿qué va a ser de mí? En consecuencia, para que una persona sea capaz de asumir responsablemente el hecho de que su existencia tarde o temprano tendrá que llegar a su fin, y darse cuenta que ello le exige tomar las riendas de su existencia ahora que puede, es necesario toparse cara a cara con una experiencia que le lleve al límite de su existencia. Es decir, que le haga darse cuenta que se encuentra a un paso de la vida, pero también a un paso de la muerte.
Ahora bien, el eje en el cual giran todos los elementos considerados con anterioridad es la “Necesidad de afecto”; de sentirse no sólo que se es “alguien”, sino además que se es “alguien amado y valorado”, al grado que es posible afirmar que “el amor es lo que da vida y la muerte sólo es justa cuando es por amor”.
El cuadro semiótico completo quedaría del siguiente modo:
En resumen, Los olvidados, De la calle y Ciudad de Dios, son películas que nos presentan bajo tres distintos enfoques una misma realidad, la existencia humana. De este modo, los tres filmes hacen patente la complejidad de esta realidad que “somos en cada caso nosotros mismos” y que, por tanto, plantean aspectos que hemos vivido o que, tal vez, alguna vez viviremos.
[1] Por “conciencia de vida” entiéndase: la actitud de asumir la posibilidad de existir. Por su parte, cuando se dice “conciencia de muerte” es por definición la actitud de asumir la posibilidad de dejar de existir.
[2] Este “Sentido de vida” no significa que ya se haya logrado llegar a la meta de la existencia, sino más bien, que se ha encontrado la condición de posibilidad para asumir responsable y personalmente tanto el significado como la dirección de la vida propia.
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