viernes, 30 de enero de 2009

Libertad y Autenticidad



El ser humano es el único ser viviente que tiene la capacidad y necesidad de diseñar su vida, lo que constituye a su vez un privilegio y una carga; tal condición existencial le deja en una situación de responsabilidad ante cada acto que realiza. Sin embargo, esa misma capacidad es la que permite preguntarse si en realidad se sabe lo que se quiere tener, lo que se quiere hacer, lo que se quiere poder o lo que se quiere ser.

En efecto, la libertad resulta un aspecto muy peculiar al hablar de la existencia humana, no obstante, en la cotidianidad de la vida tal libertad no es evidente. Ante tal realidad surgen una serie de interrogantes, a saber: ¿por qué un hecho tan fundamental para el hombre, como lo es la libertad, se encuentra encubierto? ¿Qué lo encubre? ¿Cómo es posible acceder a él y liberar al hombre? ¿Los hombres de nuestro tiempo realmente desean ser libres?

En el mundo actual, el común de las personas busca seguridad, certidumbre, el menor esfuerzo posible y lo inmediato. En este contexto, establecer estructuras dadoras de orden que impidan la angustia es la moda, lo anhelado y lo que se pide de los “prototipos” humanos. Siendo así, parece ser que la libertad ha sido rehusada por el mismo “hombre común” que la ha intercambiado como precio de su “comodidad”. En consecuencia, no asume sus posibilidades más propias, ve con malos ojos al que intenta hacer conciencia de su situación y busca aniquilar al que inquieta voluntades.

A pesar de que el ser humano comúnmente elige ser “inauténtico”, es decir “uno de tantos”, “uno del montón”, por comodidad, miedo, o desinterés, eso no significa que es el único modo posible de existir, por lo que la posibilidad de la existencia “auténtica” no es mero planteamiento teórico, sino necesidad de cada persona que quiere tener conciencia de que puede ser “sí mismo”. Pero para lograr tal existencia requiere reconocer, aceptar y asumir que es un ser arrojado a la existencia, que no sabe de dónde viene, ni hacia dónde va, y que la única posibilidad de ser “sí mismo” depende de él y sus posibilidades y no de una alienación al anónimo mundo del “uno de tantos”. Tal “caer en cuenta” constituye la “angustia” ante su “ser relativamente a la muerte” que le hace descubrirse como un extraño en su propia casa, en incertidumbre e inseguridad constante y permanente, situación emocional de la que se trata de evadir a cualquier costo, aún incluso de su “sí mismo”.



Por lo tanto, puesto que el ser humano es un “ser en el mundo”, es decir un ser arrojado a una existencia en la que no está solo y no ha sido el primer arrojado, necesita asumir las riendas de su existencia por sí mismo, aprovechando la primer oportunidad para decidirse firmemente a ser “sí mismo” en vez de “uno” más, lo que constituye el “estado de resuelto”. Esto no significa que tenga que encerrarse en un egoísmo narcisista, sino más bien implica purificar las relaciones interpersonales, ya que si bien los otros constituyen parte indispensable de su constitución como “ser con los otros”, no por eso se tiene que renunciar a la apropiación del “sí mismo”.

Por supuesto, que tal conquista del “sí mismo” implica constancia y perseverancia en el asumir la angustia que nos encara ante la desnudez de la existencia que siempre se encuentra “relativamente hacia la muerte”. Pero, dado que la muerte resulta ser la posibilidad más peculiar y en la que nadie puede suplantar a la persona, descubrir esta realidad en su justa dimensión, puede dar a cada individuo, la motivación para “querer tener conciencia”, descubrir el panorama de su “ser total” y “anticipar” lo que, en cuanto ser humano individual y personal, es capaz de llegar a ser.

Sin autenticidad no hay libertad; o lo que es lo mismo, el ser libre implica el ser auténtico. Por ello, podemos afirmar junto con Heidegger que: el ser humano de la existencia “auténtica” es su libertad. Lo cual implica que la libertad no es un asunto trivial, ya que requiere asumir, en primer lugar, que urge aprender a angustiarse, es decir, aprender a entrar, afrontar y asumir las crisis; en segundo lugar, esforzarse por alcanzar el “estado de resuelto”, o lo que es lo mismo, decidirse firmemente a ser sí mismo; y en tercer lugar, la “anticipación de la muerte”, que consiste en asumir nuestra finitud, nuestra mortandad, como la posibilidad más propia de nuestra vida. Estas son las características existenciales que posibilitan una existencia al modo de la libertad. No asumir alguna de estas características implica, necesariamente, la negación del “sí mismo”. Por lo tanto, la libertad ha de ser entendida como la individualización de la persona, es decir como el conquistarse a “sí mismo” y cuando no hay tal individualización, no importando el nivel social, académico, cultural o religioso, la existencia de esa persona no pasa de ser “uno de tantos” que vive inauténticamente perdido en la masa.



A la luz de esta reflexión, es posible cuestionar si las instituciones religiosas, educativas, políticas, culturales, económicas, etc… actuales conllevan a asumir el “estado de resuelto” o si por el contrario favorecen y fomentan la permanencia en el “estado de perdido” del mundo del “uno de tantos”. Es más, resulta interesante repensar los fundamentalismos religiosos, raciales o políticos a la luz del “estado de perdido” que el mundo del “uno de tantos” origina, con el fin de plantear la posibilidad de alcanzar un “estado de resuelto” dentro de las vivencias religiosas, culturales o políticas que rompa con los fundamentalismos. Por otro lado, es posible cuestionar, ¿qué relación existe entre el “estado de resuelto” y el “amor”, en cuanto acto de voluntad? De modo que se reflexione sobre la condición de posibilidad de que el “amor” abra al ser humano a la existencia “auténtica”. Asimismo, es posible cuestionar en torno a la “voz de la conciencia”, qué hace a la persona “caer en la cuenta” de la desnudez de la existencia, ¿es posible que las obras literarias, musicales y cinematográficas, bajo cierta perspectiva filosófica, colaboren a la sensibilización para “caer en la cuenta” de la desnudez de la existencia? ¿Qué papel pueden jugar en esta sensibilización la oración y las experiencias religiosas?

Finalmente, la presente investigación pretende dar destellos que favorezcan la reflexión, tanto crítica como reflexiva, sobre la existencia propia, de modo que sea posible despertar la conciencia a la consideración sobre la importancia de una existencia responsablemente asumida, actitud propia del filósofo que cuestiona, reflexiona y analiza, buscando entenderse mejor a sí mismo, a los otros, al Otro y al mundo que le rodea, para que su filosofar sea fundamentalmente íntimo y secreto, pero con resultados para sí mismo y para los demás.



Erick Fernando