... Por su parte, pero en consonancia con lo que se ha expuesto de Kafka, el objetivo del teatro sartreano consiste en tratar de mostrar que el hombre es lo que hace con su vida, para que haga solo aquello que lo arroja a su libertad, para que asuma su proceso de liberación. De este modo, Sartre busca generar identificación, pero no imitación. Concibe al ser humano en absoluta soledad a la hora de la toma de decisiones, a la hora de configurar una justificación sobre el curso de su acción, sobre las determinaciones que toma. No tendría sentido, pues, señalarle soluciones porque ello no contribuiría en nada a mitigar el peso absoluto de la responsabilidad que cada cual tiene sobre sus propios actos, sin poder apelar a la balsámica delegación de sus decisiones en las normas, o lo que fuera. No hay forma de escabullirse al tremendo peso de la libertad que tenemos a cada instante.
Cada cual, como descubriera Orestes en Las moscas es absolutamente libre , y eso significa que crea valores con sus propios actos. No hay auxilio posible en esa instancia. Ni normas, ni preceptos, ni modelo ajeno. Nada puede salvarme de esa responsabilidad, como pretendía Electra al refugiarse en Júpiter después del asesinato . El hombre es libre, excepto para elegir la privación de su libertad, por ello es responsable también de consentir en perderla. Lo que significa, que el hombre también es libre para perder la libertad, pero según Sartre bastaría con mostrar el juego de razones admitidas equivocadamente como causas determinantes, para que el sujeto debiera rechazar las trampas que se ha interpuesto.
El objetivo subyacente en Las moscas consiste en tratar de superar la manipulación que de la culpa ha hecho una parte del judeo-cristianismo, desde una posible lectura del proceso liberador de Argos, donde el pueblo había sido dirigido a asumir colectivamente un crimen para ser mejor dominado y que le impedía asumir el peso de sus actos .
De este modo, los personajes que se van convirtiendo en antagónicos sin quererlo ni buscarlo son Orestes y Electra. Los hermanos que tanto se habían buscado y deseado encontrar, que tanto se amaron... hasta que decidieron hacer uso de su “libre albedrío”. La mención del “libre albedrío” en este momento del escrito es con la intencionalidad de distinguirlo de la “libertad”. Tomando como referencia a los protagonistas de la historia es posible hacer notar la diferencia con mayor claridad.
Tanto Electra como Orestes querían deshacerse de Clitemnestra (su madre) y Egisto (su padrastro), el asesino de su padre, y planearon en conjunto la forma de hacerlo. Sin embargo, una vez realizada la acción del asesinato Electra quiere librarse de la culpa, se excusa, se atemoriza y busca refugiarse en los brazos de Júpiter. Es decir, el uso de su voluntad se reduce al acto aislado del asesinato, pero no asume las consecuencias, sino que quiere verse eximida de ellas. Por lo tanto, Electra ejerce tan sólo “libre albedrío”, la capacidad de elegir actos aislados, desconectados de sus causas y sus consecuencias. Visto desde la perspectiva kafkiana se puede decir que aún no ha logrado despertar a su proceso o que en el mejor de los casos sigue esperando que su “abogado” resuelva su proceso sin verse comprometida con el que es “su” proceso.
Orestes, por el contrario, sabe que ha asesinado y no se arrepiente. Asume su culpa y eso le libera de “las moscas”, es decir del escrúpulo de su acción. En consecuencia, Orestes asume su proceso, incierto, pero suyo. No busca defenderse porque se sabe dueño de sus actos. No busca suplantar al rey usurpador, porque se reconoce como rey sin súbditos, o mejor dicho sin más súbditos que él mismo. De tal modo, Orestes ha dado un paso más que Electra y sin embargo se encuentra lo suficientemente alejado de ella como para atemorizarla. Es más que un “extraño” para su hermana, es una “amenaza”...
Continuará... (3°-3)
Erick Fernando